jueves, 20 de octubre de 2011

AHOGADO EN LA IMPOTENCIA E INCREDULIDAD...

         Dicen que la realidad supera a veces la ficción. Y esta frase por muy manida que parezca, en ocasiones cobra una realidad asombrosamente inquietante. Después de tantos años vividos, y no precisamente con un monacal retiro, caigo en la consciencia de mi ingenuidad. Me doy cuenta de que la gente puede llegar a cotas de maldad y ruindad que nunca creí que pudiera toparme con ellas. El asombro es aún mayor si esa persona es alguien intimamente ligada a tí, alguien con quién has compartido años y experiencias, viajes e incluso hijos. En toda relación hay altibajos, mejores y peores momentos, recriminaciones, celos e incluso deseos de romper con la pareja. Puede haber hastío, desgana e incluso desdén o falta de atención hacia la pareja, pero creo que hay límites que nunca se deben sobrepasar. Entiendo que hay circunstancias en las que uno (o una) puede sentirse perdido, solo e incluso abandonado. Entiendo que cuando a una inestabilidad que ha perdurado en años se le une la desaparición de un ser querido, tal vez de tu ser más querido,se puede llegar a perder la noción de la realidad por momentos. Pero cuando uno actúa mal, con voluntad de hacer infinito daño, daño desmesurado, daño permanente a tu pareja por el simple hecho de no sentirse bien, de defender tus actos a capa y espada, caiga quien caiga (incluso si ese alguien a quien queremos hundir es el propio padre de tu hija, (inclusive cuando en lo más profundo de ti misma, en los momentos en que la lucidez te permite darte cuenta de la salvajada que puedes estar cometiendo, insistes en no dar tu brazo a torcer, por no quedar mal eres capaz de inventar y urdir lo inimaginable aunque ello pueda conllevar consecuencias verdaderamente serias, creo que en ese momento se traspasa un límite que jamás debería ser aceptable.
        En estos días me he dado cuenta que existe una realidad tan podrida en algunas personas que no creía que existiera fuera de pantallas de cine o televisión. Me siento dolido, impotente y sobre todo asombrado, no tanto por lo que me ha intentado hacer, sino porque haya sido capaz de intentarlo. Cuando quieres a alguien, cuando intentas (mejor o peor) ayudar a alguien a nadar y que no se ahogue, y ese alguien se aferra a tu cuello con desmedida fuerza, no con la discupable intención de salvarse del agua sino con la despreciable voluntad de intentar ahogarte aunque en el intento se ahogue ella misma, se escapa a mi entender ese tipo de procedimiento.
        De verdad que sólo aquellos que hayan pasado por lo mismo podrán entender como se puede sentir uno en estos momentos, navegando semihundido entre un sentimiento de incomprensión, incredulidad e impotencia. Uno llora más por el asombro que por el daño. El dolor que uno siente no es tanto por el increíble y esperpéntico escenario en que uno se ve metido, sino más que nada y sobre todo por saber quién te desea tanto mal.
        Los que en algún momento tuvieron consciencia de lo que pasaba, hoy te repiten sin cesar recriminaciones silenciosas y veladas de tu actuación. Recuerdos de avisos previos de alejarte de esa naufrago que se hundía y que ya había dado muestras de su intención de arrastrarte con ella al fondo más  negro y oscuro del mar. Pero la ingenuidad de quien ama o ha amado a alguien con quien además comparte una maravillosa e increible hija, me llevó a desoir todas las alarmas que se iban encendiendo con la ingenua esperanza de lograr, de una forma u otra, salvar los muebles suficientes del naufragio e intentar dar algo de aire a una situación verdaderamente asfixiante.
        Ahora me doy cuenta del error. Hay lineas que cuando se pasan, las actuaciones posteriores escapan de las manos de uno. Hay veces (como me dijo en cierta ocasión su propia hermana) que hay que dejar que ella sola salga de su mundo sumergido y no prestarle más atención que la estrictamente necesaria para que esa otra personilla que se encuentra en medio flote sin perturbación alguna.
        Hoy me doy cuenta de como se debe sentir la mujer maltratada que perdona por amor una y otra vez pecando de ingenua y la verguenza que se siente al darte cuenta que si uno hubiese sido más inflexible, si uno no hubiese creído en quimeras, hoy no estaría pasándolo tan mal.
        Y me sigue viniendo una pregunta a la cabeza con insistencia..., el día de mañana cuando (esperemos) te encuentres mejor, crees que serás capaz de perdonarte sabiendo que has dejado una marca de por vida, crees que quien hoy te falta alabaría tu conducta? yo creo que no.
        Esto me lleva a pensar que quizás cuando veas a alguien ahogarse, debes dejar que se hunda porque quizás seas tu quien termine en el fondo con los ojos abiertos del asombro y la incredulidad. Pero yo me seguiré negando a vivir en un mundo así.