…salí a hurtadillas de mi escondite, no sin antes mirar en ambas direcciones con la máxima precaución posible. Sabía que desde primera hora del día la situación sería tensa y que mi integridad física corría serio peligro. Hacía días que el ambiente se había empezado a enrarecer, las informaciones que nos habían llegado al puesto de control eran algo difusas, no demasiado concretas, pero no hacía falta pertenecer a la sección tercera del CSID para saber interpretar los indicios, el ambiente se iba caldeando por momentos.
Cuando al fin me decidí a adentrarme en territorio hostil, sentí que había más de un par de ojos clavados, cual espadas, en mi espalda y que controlaban todos mis movimientos, o esa era por lo menos mi impresión inicial. Tenía claro que debía apresurarme si deseaba lograr con éxito mi objetivo, alcanzar mi destino en tiempo y forma. Crucé las calles semidesiertas de lo que parecía una ciudad abandonada. No creí que fuera prudente subirme a mi Jeep y atravesar las líneas enemigas de una forma tan ostentosa y preferí intentar pasar desapercibido adentrándome en el peligro a pié. Apresuré el paso todo lo que mi frágil y delicada carga me permitía. Cuando apenas llevaba medio kilómetro recorrido pude ver en la distancia un puesto de control del enemigo, me agaché todo lo raudo y veloz que mis maltrechas rodillas me permitieron rezando porque no me hubieran visto. Aguanté la respiración todo lo que pude mientras un escalofrío me recorría toda la espalda y las gotas de sudor me iban empapando la cara en un desesperado intento de refrescar mi cada vez más acalorado rostro. Pasaron unos segundos que se me hicieron eternos y al fin me convencí de que no se habían percatado de mi presencia. Giré hacia la derecha y me alejé de la avenida principal con la intención de que aunque más largo, el camino que me disponía a tomar resultase más seguro y menos transitado. Mientras me alejaba pude oír como detrás mío daban el alto a un grupo y ante el intento de huida de éstos, se había entablado una lucha entre ambos grupos que a la postre se convirtió en una distracción perfecta para mi huida. Corrí hacia mi destino con la conciencia manchada por mi cobardía al no haber intentado ayudar a mis “camaradas” y utilizar su desgracia para mi beneficio, pero mi misión era de alta importancia y había que concluirla cayese quien cayese.
Tras dos horas de esquivas, cambios de trazado y carreras entrecortadas, por fin me encontraba ante la fachada. Oteé el horizonte intentando vislumbrar algún “soldado enemigo”, pero todo parecía estar en calma. Parecía que los cabecillas del otro bando en su afán por priorizar la protección de objetivos habían dejado abandonado el mío. Me adentré por los jardines de la mansión extrañamente no custodiados hoy por nadie, la situación me empezó a dar mala espina, pero pensé que tal vez y por primera vez en el día la suerte me sonreía, así que seguí avanzando hasta toparme con la puerta principal, una puerta de madera maciza de principios de siglo que aun hoy mantenía su altiva arrogancia. Golpeé la aldaba contra la madera en la desesperada ilusión de que alguien de los “míos” estuviera de guardia tras ella. Esperé unos minutos y no obtuve respuesta. Volví a golpear, esta vez con más fuerza si cabe mientras no paraba de echar furtivas miradas a mi alrededor esperando que mi suerte continuara y no pasara nadie por la zona que me pudiera identificar, pero la respuesta fue la misma y cuando ya empezaba a desesperar, comencé a oír unas fuertes pisadas que se aproximaban por el lado opuesto de ese infranqueable obstáculo. Volví a contener la respiración mientras las vetustas bisagras del portón chirriaban como deseando descubrir mi posición al enemigo con sus alaridos de dolor. De repente, y para mi alivio, un rostro conocido se atrevió a asomarse débilmente por el quicio de la puerta…
-Hola Manuel, soy yo el padre de Yaritza y vengo a dejarle el desayuno que hoy con las prisas se lo dejó en casa.
- Ah.. está bien Félix, yo se lo daré, perdona por la tardanza pero ya sabes que hoy hay que tener cuidado al abrir la puerta no sea que sea unos de ese dichosos piquetes ·informativos”
- Si, claro lo entiendo perfectamente, a mi me ha costado Dios y ayuda el lograr llegar hasta aquí sin que me pararan. Bueno, hasta mañana Manuel.
…Y con la sensación de haber logrado mi peligrosa misión, me volví a casa a dejar pasar tranquilamente el día de huelga.
PD: Esto no es panfleto a favor ni en contra del seguimiento de la huelga, solo quería dejar constancia de la radicalidad de unos y otros. Y si tenemos derecho a ir a la huelga, también los tienen los demás a no secundarla y llevar tranquilamente a sus hijos al colegio, ir a trabajar o hacer lo que en conciencia estimen oportuno. Y que conste que yo particularmente apoyo la huelga.
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